La noche había caído sobre París, cubriendo la ciudad en un manto de silencio y sombras. **dARTgalán**, acompañado por sus compañeros **Claire** y **Lucien**, se desplazaba por las estrechas calles sin hacer ruido. Habían escogido esa noche para ejecutar uno de sus planes más audaces: pintar un mural en pleno corazón de la ciudad, frente a la mansión de uno de los nobles más poderosos y corruptos, el **Vizconde Valmont**.
"Esto no será fácil", murmuró **Claire**, que llevaba consigo los pinceles y la pintura. "Los guardias patrullan la zona constantemente."
**dARTgalán** asintió, ajustando su capa. "Precisamente por eso debemos hacerlo. Este mural no es solo una obra de arte. Es un mensaje. Debemos hacer que el pueblo vea que incluso los poderosos no pueden controlar el espíritu libre del arte."
**Lucien**, siempre bromista, miró a su alrededor y sonrió. "Bueno, al menos si nos atrapan, tendremos una buena excusa. Decir que solo estábamos mejorando la vista del vizconde."
**dARTgalán** sonrió a medias, aunque sabía que el riesgo era real. Si los descubrían, los castigarían severamente. Sin embargo, el peligro no lo detendría. La resistencia artística que había liderado hasta entonces no se trataba solo de luchar contra los opresores, sino de inspirar al pueblo a levantarse con ellos.
Cuando llegaron al lugar, la oscuridad era su aliada. Mientras **Lucien** vigilaba y **Claire** preparaba los materiales, **dARTgalán** empezó a trazar las primeras líneas del mural en una pared vacía. Con cada pincelada, plasmaba su visión: un mosquetero con un pincel en una mano y una espada en la otra, enfrentándose a una figura oscura que representaba la corrupción y la tiranía.
El mural crecía con rapidez bajo las manos habilidosas de **dARTgalán**. **Claire**, impresionada por la velocidad y precisión de su trabajo, lo observaba fascinada. "Es increíble lo que puedes hacer en tan poco tiempo", comentó.
**dARTgalán** no respondió, concentrado en cada detalle. Sabía que el tiempo era limitado, y cada pincelada debía contar. El arte no solo tenía que ser hermoso, sino también poderoso.
De repente, un ruido rompió el silencio. **Lucien** levantó la mano, indicando que se acercaba alguien. "Guardias", susurró, señalando hacia la calle.
**dARTgalán** guardó rápidamente el pincel y retrocedió un paso para admirar su obra. Aunque no estaba terminado, el mensaje ya era claro. "Es suficiente por ahora", dijo en voz baja. "Nos retiramos."
Los tres se desvanecieron en las sombras justo cuando los guardias pasaban por la calle. No vieron el mural, pero era solo cuestión de tiempo antes de que lo hicieran. Y cuando lo descubrieran, el mensaje se esparciría por toda la ciudad.
**dARTgalán** miró una última vez hacia la pared mientras se alejaban. Su lucha no era solo por él o por sus compañeros. Era por París. Era por la libertad. Y aunque las sombras intentaran cubrirlo todo, su arte brillaría en la oscuridad.